Periodista, escritor, profesor y poeta. César Lévano La Rosa, actual director del diario La Primera, nos cuenta parte de su historia, una vida donde la pobreza, las ganas de aprender, la tenacidad, el amor y la firmeza se hicieron frente a las dificultades y que hoy, a sus 86 años, le han permitido ser reconocido y homenajeado en Huancayo.
Edmundo Dante Lévano La Rosa, como es su verdadero nombre, nació en un callejón del Rímac, en Lima, un 11 de diciembre de 1926. Desde los nueve años, para poder tener el sustento diario, empezó a vender periódicos junto a sus hermanos. Crítico desde niño, leía casi todos los periódicos que llegaban a sus manos, iniciando, sin saberlo, su amor por el periodismo.
Los años pasaron, las necesidades aumentaron y César Lévano necesitaba un trabajo real. "Comencé a trabajar como corrector de pruebas en un periódico llamado La Noche", recuerda. Como en todos los diarios, incluso hasta ahora, cada día llegaban invitaciones a conciertos, entradas para teatro y otros espectáculos que nadie daba importancia. "Hablé con el director y dueño del periódico, don Alberto Balarezo Pinilla, le dije que me gustaría ir a esos eventos con el compromiso de hacer comentarios breves", y así Lévano comenzó a escribir sus primeras críticas.
Lévano es de los pocos periodistas peruanos que nunca mancharon ni vendieron su pluma; con objetivos claros, pensamientos e ideales concretos. "Yo he tratado siempre de hacer bien las cosas. Yo no he aspirado a ser un gran periodista sino a ser un buen periodista", señala firme y, vaya que lo ha logrado. Pero este camino de lucha tuvo un gran precio. Parte de su historia se ha escrito en celdas, a donde fue llevado por las represiones dictatoriales de Odría y Morales Bermúdez, pasando años en prisión. La Isla Penal El Frontón, el Sexto, el Panóptico y la Cárcel Central fueron parte del precio por el honor.
Ya en la cárcel, jamás habría imaginado que aquellos libros que alguna vez robó de niño lo ayudarían a aprender. "Cuando tenía 8 años pasaba por un galpón donde había una librería. Allí se exhibía unos libros muy llamativos. Un día me robé dos y corrí hasta el final pensando que me perseguían. Me llamaba la atención la belleza de las letras, después me enteré que eso era alemán en caracteres góticos". Entre barrotes aprendió. Su esposa, por esos años todavía su enamorada, sabía un poco de alemán y, con su ayuda, aprendió este idioma en El Frontón.
En la década de los 60 se casó con Natalia. Enamorados desde muy jóvenes, soportaron las desidias del destino. Probablemente fue Natalia la que llevó la peor parte, Lévano la recuerda como una mujer "dulce y valiente" que esperó tres años hasta que él saliera de prisión para casarse. "Realmente me quería, era un amor casi sobrehumano. Yo no tenía nada, ni plata, ni las características de un príncipe azul y así me ha querido", dice don César con evidente nostalgia.
Una semana antes de que su esposa ingresara al hospital, ambos se encontraban solos, pero Natalia seguía firme con su amor: "César eres el hombre más lindo y más bueno del mundo", le dijo, con esa vena sentimental que solo el enamoramiento puede provocar. "Así nomás a cualquiera no le dicen eso. De lindo no tengo nada", nos cuenta don César aún conmovido.
Con el tiempo, los reconocimientos para Lévano fueron llegando. En el año 2002 fue condecorado por el Gobierno peruano con la Orden al Mérito por Servicios Distinguidos en el Grado de Gran Cruz. En el 2005, fue reconocido por el Tribunal Constitucional por su defensa de los Derechos Humanos. En el 2011 recibió el Premio Anual de Derechos Humanos por la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. Hace un mes ha recibido condecoraciones y reconocimientos de la Municipalidad Provincial de Huancayo y la Universidad Nacional del Centro del Perú, la cual le otorgó el grado de Doctor Honoris Causa como reconocimiento a su trabajo y trayectoria.
A sus 86 años, la idea del retiro no se ha asomado aún por su mente. Al contrario, tiene planes y proyectos. Uno de ellos es la publicación de "Diálogos desde la historia. Entrevistas en el fondo oculto de dos siglos", una selección de entrevistas realizadas a lo largo de estos años que saldrá este mes. "Ahí quiero plasmar mi punto y mi pretexto: el periodismo no debe ser para envolver pescado, se debe buscar trascender, debemos buscar un periodismo que no se agote en las 24 horas del día o en la semana", afirma convencido.
Así es Lévano, un roble combatiente en cuyas venas corre sangre periodística, el ardor de la lucha social y el amor. Un hombre que sueña con jubilarse algún día. Irse a un sitio donde no haya teléfono, ni computadora, ni nada. Que nadie sepa dónde está, sino que aparezca cuando a él le dé la gana. Un maestro que busca ansiosamente, quizá lo que muchos temen: "busco la soledad, pero nunca la encuentro".