Jürgen Habermas es un filósofo alemán de fama mundial conocido por sus múltiples libros en especial por su Teoría de la acción comunicativa(1981). Ahora se confiesa este longevo como pocosque se acerca a los 95 años con plena lucidez. La editorial alemana Propylen Verlag ha publicado recientemente un libro que hará noticia no precisamente por sus teorías sino por su enorme conmoción y desasosiego debido a los avatares del mundo actual. Quizá también algo acerca de cómo no han ido tan acertadas sus conjeturas.
El profesor universitario y periodista español Fernando Vallespín afirma en el diario El País que el filósofo alemán está “desmoralizado” y cita literalmente al renombrado filósofo: “[a]ctualmente, todo lo que había dedicado mi vida se está perdiendo paso a paso”. Como todo filósofo autocrítico quizá haya evaluado en qué mida su enorme construcción teórica de poco ha servido para describir, explicar y comprender el mundo tal como lo conocemos gracias a las ciencias y tecnologías en ascenso.
La filosofía y la epistemología de Habermas, muy citado en el mundo académico, no le ha dedicado prioridad al cambio climático creciente, al desempleo progresivo relacionado con el cambio tecnológico, a la profunda desigualdad social y en fin a las notables distinciones entre tecnologíasfísicas y sociales. En cambio, ha sostenido un desafortunado concepto como “tecnociencia” para encandilar a un sector académico reñido con los hechos puros y duros, influyendo, además en la no distinción nítida entre la ciencia básica desinteresada y la tecnología. No es posible admitir, como sostuvo, que la ciencia y la técnica actúan como ideología descontando que han sido el motor epistemológico del desarrollo desde el siglo XVII hasta la actualidad.
Una de las limitaciones de Jürgen Habermas respecto de las ciencias y las tecnologías es el haber excluido la cuantificación. Las consideraba como ideologías del capitalismo tardío tal como expresa el título de uno de sus libros más difundidos. En su despliegue teorético es verdad que utilizó el concepto de sistema, pero estaba más cerca de la autoridad de Luhmann para quien los sistemas no eran “nada más que sistemas” fuera de la realidad natural y social.
Tenemos la esperanza de que este libro: El filósofo, Habermas y nosotros matizado con la participación de historiador y filósofo Philipp Felsch, pueda llegar a nuestro medio lo más pronto posible. Importante debido a la influencia de su autor no solo en Alemania, su país natal, sino en círculos académicos del tercer mundo que va perdiendo filo y pujanza en la acción política que tanto se requiere en momentos de ausencia de claridad y el caos propalado y provocado.
Otro de los círculos donde ha tenido decisiva influencia es en los movimientos hermenéuticos que siguen justificando la abierta dicotomía entre lo natural y social como lo hizo Kant. Es conocido que para los hermenéuticos los hechos sociales son espirituales o simbólicos. Y precisamente con esta justificación deben ser interpretados, excluyendo la explicación, como si fueran textos. No le han sido afines o no le han suscitado interés los grandes movimientos sociales, debido a ello su enorme desplazamiento a la teorización en torno a la “acción comunicativa”. Un asunto en el que sobresalen los académicos “puristas” y apitucados dicho sin ningún otro interés que descriptivo. Es en verdad un exceso hablar de la ciencia como “ideología” del “capitalismo tardío”. Menos ahora.
En fin, atravesamos un terreno baldío en cuanto a la explicación de los hechos sociales, del incremento de la pobreza, del descalabro de los partidos, del calentamiento global, de la inteligencia artificial y de la sequía de líderes políticos. La sociedad reclama explicaciones razonables y realistas.