El golpe de Manuel Merino contra un presidente manchado de corrupción no busca cambiar las cosas a favor de los peruanos. Sus objetivos son: la repartija que se evidenciará en el gabinete ministerial y quedarse en el poder todo el tiempo que sea posible.
Es cierto que Merino ha señalado que respetará la programación de las elecciones; sin embargo, sus aliados César Acuña y Keiko Fujimori lo presionarán con vacarlo a él si es que no encuentra un pretexto para postergar los comicios.
Merino sigue siendo presidente del Congreso; por esto, puede ser presidente de la república de manera interina. Al ser presidente de república encargado no pierde su cargo de presidente del Congreso. Si perdiera su cargo de presidente del Congreso entonces dejaría de ser presidente de la república. Se le puede quitar el cargo del presidente del Congreso con solo 66 votos. Se le puede censurar con mayoría simple. Esto lo saben Acuña y Keiko y lo obligarán a inventar un pretexto para eliminar las elecciones y hacer de las suyas en el Gobierno.
Este golpe significa el retorno del fujimorismo con los mismos impresentables de siempre. Es la venganza de Keiko. Sin los votos de Keiko y de Acuña este golpe no existiría.
En cinco años hemos cambiado de presidente tres veces. Pueden ser cuatro. Estamos en crisis permanente. Hay una fuerte corriente en las calles y plazas que pide cambios. ¿Pero qué cambios? ¿Cambiar a Merino? ¿Qué vuelva Vizcarra? ¿Qué es recuperar la democracia?
Desde el 5 de abril de 1992 el Perú vive la dictadura del neoliberalismo en todos los terrenos. Fujimori y Montesinos la impusieron y la sellaron con la Constitución de 1993.
Chile ha decido cambiar la Constitución de Pinochet, madre de todos sus males. La lucha en el Perú debe ser por cambiar la Constitución de Fujimori.
Es tiempo de cambios reales. Los sectores que no quieren más de lo mismo deben hacer un esfuerzo para forjar la unidad más amplia a fin de buscar un mejor país. La lucha es dura. La facción de la derecha mafiosa y autoritaria ha regresado al poder.