¡Pobre Alfonso Reyes! De nada valió a este humanista mexicano haber afinado su lectura en griego, en vano tradujo parte de la Ilíada y de poco le sirvió imaginar que –en vez del mero Olimpo– el Popocatépetl fuese el volcán de verano de los dioses helenos: nadie, nunca, invitó a Reyes al Banquete de Platón. A don Alfonso lo vetó su fino escepticismo. En aquel banquete se habría sonreído por los cuentos delirantes de Platón, los que a veces parecen una pesadilla de Salvador Dalí soñaba por Tim Burton.
El diálogo del Banquete trata del amor, pero también surge un pariente intruso: el sexo. Los invitados están a placer; el vino (aguado, al helénico estilo) corre cual las malas noticias en Wall Street; unos y otros disertan sobre el amor hasta que habla el comediógrafo Aristófenes.
Este relata entonces uno de los mitos más célebres de la filosofía: cómo se separaron los sexos en el ser humano. Su historia es de espanto. Cuenta Aristófanes que, inillo tempore, en aquel tiempo, hubo tres tipos de humanos: seres discoides unidos por la espalda, con cuatro piernas y cuatro brazos, y con una cabeza de dos caras. Estos deliria trementia de la metafísica se componían de dos hombres, de dos mujeres, o de un hombre y una mujer. Por soberbios, Zeus los cortó verticalmente; desde entonces, cada mitad se busca, y esta búsqueda es el amor.
Alfonso Reyes no fue el banquete, mas escribe sobre los cuentos urdidos por Platón: son solo mitos que ese ateniense inventó para explicarse y para mostrar los usos de la fábula como apoyo del pensamiento (Mitología griega, I, 4).
Los mitos no son ciencia, mas la ciencia postula explicaciones que también asombran como mitos. ¿Cómo aparecieron los sexos? El biólogo español Jorge Wagensberg propone: in illo tempore, dos células de alga se encontraron; una intentó comerse a la otra, mas solo lo hizo a medias; pero ambas unieron su información genética y crearon otra célula, hija. El padre y la madre (La semicomedora) se separaron y este proceso se repitió, se complicó hasta derivar en sexos (El gozo intelectual, cap. 19). ¿Qué habría dicho Platón de esta hipótesis? La envidia lo tendría aún pensando.