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Un mundo disruptivo donde DeepSeek es la gran noticia

Este mundo es el de la tecnología digital, de los medios digitales, de la dictadura digital y de los costos en el mercado digital
Lucas Lavado

Los cambios transformadores son de un impacto que remueven los cimientos de los poderes consolidados y las realidades que antes parecían inamovibles.

Los cimientos se tambalean y las creencias consagradas se esfuman dando paso a un nuevo mundo antes opaco donde entran en juego nuevos estímulos para observar, describir y explicar lo que aparece frente a nosotros. Los modos de vida individual y social atrapados en el pasado rompen los cercos.

Este mundo es el de la tecnología digital, de los medios digitales, de la dictadura digital y de los costos en el mercado digital. 

En el mundo digital pasamos consumiendo nuestras vidas mucho tiempo sin pensar y sin encontrar el sentido de lo que ocurre. Nos encontramos nadando en millones de datos y nosotros mismos no somos sino datos gobernados por los algoritmos. 

Es necesario una aclaración para no perderse en este mundo extraño para muchos. Una cosa es la tecnología digital y otra muy diferente son los artefactos digitales. Se corre el peligro de confundirlos llevando a desaciertos insalvables. 

La tecnología digital (TD) es el conjunto de conocimientos matemáticos y teóricos que han posibilitado la concepción, en diseño y el planeamiento de artefactos tecnológicos digitales. Cosas diferente son los artefactos tecnológicos cuyo manejo exigen entrenamiento. 

La tecnología digital hace referencia a conocimientos que ha hecho posible la existencia de los artefactos (objetos) de los que nos servimos para localizar una calle, leer en otro idioma, aprender distinguir y armar las piezas de máquinas sofisticadas, etc. 

En el primer caso de trata de conocimientos algorítmicos y en segundo caso se trata de artefactos de uso corriente. En esencia se trata de no confundir las latas y los plásticos con el conocimiento. 

En este contexto, la publicitada noticia del presidente norteamericano Donald Trump de iniciar en el Estado de Tejas la puesta en marcha de una poderosa industria de Inteligencia artificial (IA) para ordenar el mundo acaba de confrontar una novedad inesperada con la puesta en el mercado del ya famoso Deepseek nada menos del primer competidor procedente de China. Justo cuando la multimillonaria inversión pensaba en una apertura apabullante.

Se trata de la inteligencia artificial que ya supera muchos aspectos a la inteligencia humana en tareas que demorarían una vida entera hacerla en breves segundos (gracias a la IA). Ocurre que la gigantesca inversión norteamericana acaba de sufrir un bajón de 600 millones en la bolsa de Nueva York.   

La notica de la propuesta de China de una inteligencia artificial cuyo costo en general es de 6 mil millones de dólares ha puesto en shock a los inversores de las gigantes tecnológicas norteamericanas. 

En primer lugar, marca la diferencia por su uso gratuito; en segundo lugar, por su potencia de cálculo que ahorra dinero y abre posibilidades de un futuro imprevisible. Lo inimaginable es que condensa toda la información actualizada hasta 2023 puesta en el ordenador sobre la base de seis mil millones de parámetros. 

Hay muchas lecciones a la vista. Las innovaciones científicas y tecnológicas son imprevisibles más aún en cambios de época que se manifiestan asociados a centros de poder y en este caso a centros emergentes como China e India que hasta hace poco no figuraba en los mapas de la ciencia estándar. Asunto que al menos debería llamar la atención de los acostumbrados a pensar que la ciencia y la tecnología de punta sólo eran posibles en aquellos centros hegemónicos. 

Vivimos encorsetados por la idea aquella donde las ciencias y las letras se separan porque son excluyentes, donde la matemática elemental y la ciencia básica son extirpadas de la formación profesional sobre todo en carreras como el derecho, haciendo del quehacer digital ajeno e inaccesible. Acompañado de una conducta recurrente donde algunos abogados competentes no entiendan el lenguaje formal de la no contradicción, de la deducción, implicación etc. y menos los procedimientos deductivos de los algoritmos. Quizá sea la razón de porque Ferrajoli haya reescrito una parte pequeña de su Principia Juris en lenguaje ordinario.

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Colaborador de EL PERFIL
Profesor en Filosofía y Ciencias Sociales. Magíster en Docencia Universitaria y Doctor en Ciencias de la Educación. Ha editado más de 400 títulos.
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