El presidente de la república, Martín Vizcarra, hizo mal en mantener a su ministra de Economía, quien fue aplaudida, pero por sus colegas. Eso no cuenta. Sin embargo, Vizcarra solo ha generado expectativas. Acaba de salir de una crisis y veremos cómo trabaja el premier Walter Martos para tratar de frenar la ola de muertos atribuida no al coronavirus, sino a la falta de atención médica y al pésimo sistema de salud ya precario desde antes de la pandemia.
Cuando Martín Vizcarra asumió la presidencia un 23 de marzo del 2018, debieron avisarle, que más que una banda presidencial, cargaría con él una corrupción enquistada en los poderes del estado, desastres naturales, remoción de gabinetes ministeriales y actualmente una pandemia que se le escapa de las manos.
A inicios del 2017, el país se enfrentaba a las devastadoras consecuencias que había dejado el fenómeno El Niño Costero con más de 100 mil damnificados, 75 fallecidos y 159 puentes colapsados en el país. A esto se sumaría el caso Lava Jato que expuso los más altos niveles de corrupción a los que nos enfrentábamos, y que traía abajo una economía peruana en pleno desarrollo.
Luego de un breve período como vicepresidente del Perú y tras la renuncia de su antiguo compañero político, Pedro Pablo Kuczynski a la presidencia, Vizcarra llegó al poder siendo consciente o no de los problemas que atravesábamos a puertas del bicentenario. Los sucesos anteriores a su juramentación, ya es historia. Historia de la corrupción en el Perú.
En un campo de batalla, más que un escenario político, en el que el Congreso, dominado por el fujimorismo, y un Poder Judicial famoso por sus recordados audios impedía la autoridad y autonomía de un Ejecutivo debilitado al que no se le permitía ejercer las reformas políticas que ayudarían a paliar los estragos del caso Odebrecht que tanto había dañado al país, y que había costado incluso el suicidio de un expresidente, Vizcarra disolvió el Parlamento y así se marcaba el primer suceso histórico en su mandato presidencial.
Tras las elecciones extraordinarias del 26 enero de este año, y ante un nuevo Congreso, la población recobraba las esperanzas y mantenía la utopía de poderes independientes que devuelvan la confianza a su país. No sucedió. Después de la retirada del gabinete Del Solar (al que el Congreso disuelto había negado la confianza), Vicente Zeballos asumía como Primer Ministro y junto a Vizcarra lideraban la lucha contra el coronavirus que ya había llegado al Perú y se anunciaba un 6 de marzo del 2020.
El gobierno de Vizcarra se ha caracterizado por la amplia cartera de ministros que ha manejado en estos dos últimos años. Entre designaciones y renuncias, lo único estable ha sido nuestra desesperanza. Curiosamente, a quien sí se le otorgó la confianza fue al Gabinete Zevallos, quizá una muestra de sensatez de este Congreso, que sigue los pasos del anterior. Sin embargo, con las deficiencias que ya teníamos y una pandemia encima, Zevallos y sus ministros no pudieron hacerle frente al nuevo coronavirus y se nombró al nuevo premier, Pedro Cateriano.
A pesar de los más de 400 mil infectados y 46 274 mil fallecidos a causa de la COVID-19 en el Perú según el SINADEF, el Parlamento, presidido por Manuel Merino le negó la confianza a Cateriano y así se convierte en el tercer gabinete que pasa a la historia en un mismo año. Los desempleados, los familiares de los fallecidos por el coronavirus, los pacientes que se encuentran en cuidados intensivos, el 53,1% de niños y adolescentes según INEI que no pueden acceder a la educación por la extrema pobreza siguen recibiendo lo único que sabe ofrecer el gobierno: expectativas. En realidad, solo eso nos ha dado Vizcarra en más de dos años y cuatro meses.