El presidente Martín Vizcarra cree que del Solar será su salvador. Lo ha regresado a la política con la idea de detener su constante caída en las encuestas. Sin embargo, su derrumbe continuará si no comienza a trabajar pensando en la gente e insiste con el asunto de que la popularidad es lo primero. El político que trabaja pensando solo en las encuestas estará siempre en caída libre.
Salvador del Solar no debió volver a la política. Nadie lo ha elegido, no ha hecho ningún mérito desde que se fue Pedro Pablo Kuczynski, nadie recuerda una obra concreta cuando pasó por los pasillos del Ministerio de Cultura.
Hay gente seria que señala como una gran decisión tener ministras en el consejo. A mí me gustaría que tengamos 17 ministras, pero sé que eso no cambiará el país. No se trata de eso. El gobierno de Humala, abiertamente contrario a los intereses nacionales, fue la primera gestión que puso mitad ministros, mitad ministras. Nada bueno salió de ese experimento, que ahora repite Vizcarra porque sabe que, en medio de la confusión, gana un poco de pantalla.
Seamos claros: Vizcarra enfrentó al fujimorismo porque su popularidad estaba por los suelos. Solo por eso ¿o no recuerda que fue Vizcarra quien se reunía en secreto con Keiko? Ahora pone a del Solar para eso, para ganar puntos.
Se irán por un tubo Vizcarra y del Solar si, por ejemplo, ese presupuesto para la educación no es el porcentaje dispuesto por el Acuerdo Nacional, si no logran que el gas baje a un precio justo teniendo en cuenta que somos un país rico en ese recurso incluso más que Bolivia, si siguen permitiendo que nuestros recursos naturales se vayan al extranjero a precio huevo, si siguen jugando a favor de las grandes empresas y desmedro de los trabajadores, si siguen permitiendo que el seguro demore más de dos años para hacer una operación de rodilla, si siguen haciéndole el juego a guerrerista Trump, si no le cobran el impuesto justo a las empresas, si siguen pensando en la foto y no en gobernar en serio.
Del Solar ha dicho en RPP que el gobierno aplicará la norma que evita que las transnacionales y otras grandes empresas paguen impuestos justos. Esto es bueno. Veremos hasta dónde llena el hombre que, cuando fue ministro de Cultura, criticó dura e injustamente una muestra visual contra la dictadura que se exponía en el Museo de la Memoria, solo para no quedar mal con Keiko.