Este artículo es de hace 1 año
Lecciones del doctor Watson

Astronomía con elegancia

El señor Holmes también ignoraba que los astrónomos son los sabios que están en la Luna y nos hacen los spoilers de los eclipses de Sol.
Víctor Hurtado Oviedo

En Estudio en escarlata, el sorprendido doctor Watson cuenta que el señor Sherlock Holmes era tan minucioso que hasta había seleccionado sus ignorancias. Por ejemplo, en cuanto a la literatura, el detective estaba enormemente dotado para el analfabetismo pues no había cursado libro literario alguno. Así pues, en cuanto a las bellas letras, el señor Holmes sufría analfabetismo funcional; o sea, el analfabetismo que realmente funciona. Por ello, cualquiera que tratase de conversar de literatura con el señor Holmes, terminaría replicándole:

―No se puede hablar con usted: tiene una ignorancia para cada cosa.

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Añade el doctor Watson que su sorpresa fue tremenda, casi electoral, cuando supo que el detective ignoraba que la Tierra gira alrededor del Sol pues saberlo no le habría servido para resolver los casos policiales. El señor Holmes también ignoraba que los astrónomos son los sabios que están en la Luna y nos hacen los spoilers de los eclipses de Sol. Digresiones: 1) El espectáculo del Sol es una función de cine que empieza cuando se encienden las luces. 2) Algo hermoso habrán encontrado los astrónomos en la Luna, con sus mares sin agua y la sorda quietud de su polvo sin aire. 3) La expansión del universo prueba que, para que exista la inflación, no es necesario que haya política económica. 4) El espacio crece en el tiempo; el tiempo es la pecera en la que nada el espacio.

Volvamos al doctor Watson y a su flemático amigo. Un personaje de ficción nunca rechaza un consejo ya que, siendo de papel, no está contaminado por nuestra terquedad; así, al señor Holmes le habríamos sugerido reducir un poco su insipiencia (sic porque también hay incipiencia) astronómica y literaria con la lectura de Conversaciones sobre la pluralidad de los mundos, libro que Monsieur Bernard le Bovier de Fontenelle publicó en Francia en 1686.

El apenas dicho caballero logró estas hazañas: ser miembro de las academias Francesa y de Ciencias y vivir cien años (1657-1757). Él alcanzó la cima literaria por el encanto de convertir la filosofía y la ciencia en escritos de divulgación irisados por la gracia. Fontenelle era tal que uno corría el peligro de morir atropellado por su arrolladora simpatía.

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Las Conversaciones… traen el diálogo de Bernard con una marquesa imaginaria, que recibe amenas lecciones de astronomía. Fontenelle defendió así la cosmogonía de Descartes, que postulaba algunas tesis falsas (como la fuerza de los torbellinos en vez de la gravitación).

En 1687, Isaac Newton publicó sus Principios matemáticos de filosofía natural: demolieron la cosmogonía cartesiana, a la que Fontenelle se aferró como a los saldos de un naufragio. Quien persiste en el error, queda descartado por méritos propios. Bernard murió en ley de lealtad, mas fue también el primer biógrafo de Sir Isaac, a quien, en un Elogio, despidió con elegancia. Otro francés, Voltaire, con sus Elementos de la filosofía de Newton, enrumbó a Europa a la nueva física, sin olvidar la gracia en el decir con la que Fontenelle fulgió sobre las estrellas.

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Estudió Historia en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es miembro correspondiente de la Academia Peruana de la Lengua. Reside en Costa Rica y trabaja en el diario La Nación desde 1994. En 2020 publicó Otras disquisiciones, un libro que recopila sus artículos referidos al uso del lenguaje.
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