El Festival de Cine Latinoamericano de Biarritz, celebrado en Francia del 21 al 27 de septiembre, no solo es una plataforma para la exhibición de cine, sino también un espacio para el debate y la reflexión sobre cuestiones cruciales de la cultura en América Latina.
Durante la reciente edición del festival, una charla sobre los narcotraficantes en México tocó este género en el cine contemporáneo. Se habló de su romantización en el cine y la televisión. La charla fue moderada por Olivier Compagnon y contó con la participación de Frédéric Saliba, corresponsal del periódico Le Monde en México y autor del libro Cartel: Voyage au pays de Narc, resultado de 15 años de investigación sobre el narcotráfico en México.
Durante la discusión, se abordaron varios aspectos clave, como el desplazamiento del epicentro del tráfico de drogas de Colombia a México y la creciente influencia de los carteles mexicanos en el continente americano.
Una de las cuestiones iniciales que se discutió fue el cambio en la representación del narcotráfico en el cine latinoamericano. En los años 90, la imagen del narcotraficante estaba principalmente asociada a Colombia, con figuras como Pablo Escobar dominando tanto el imaginario popular como las narrativas cinematográficas. Frédéric Saliba explicó que hoy en día, esa imagen ha cambiado, y México ha pasado a ocupar un lugar central en las historias sobre el narcotráfico. Los carteles mexicanos, en particular el Cártel de Sinaloa, han sustituido a los carteles colombianos en las representaciones actuales, reflejando el cambio real en la dinámica del tráfico de drogas a nivel global.
Una parte inicial de la charla se centró en cómo la figura del narcotraficante ha sido representada en el cine y la televisión, y las implicaciones que esto tiene en la percepción pública del fenómeno del narcotráfico. El director del festival Jean-Christophe Berjon mencionó en la presentación inicial cómo series populares como Narcos y películas recientes han contribuido a la creación de un mito en torno a los narcotraficantes, presentándose como personajes casi heroicos o, al menos, fascinantes, lo que lleva a una preocupante romantización de su figura.
Este tipo de representación, que a menudo enfatiza la riqueza, el poder y el carisma de los capos, corre el riesgo de trivializar la violencia y el sufrimiento que rodea al mundo del narcotráfico. El cineasta mexicano Alfonso Cuarón, quien también estuvo presente en el festival, expresó su preocupación por la posibilidad de que estas narrativas refuercen una visión simplificada y glamorosa del narcotráfico, distorsionando la cruda realidad que enfrentan millones de personas en México y otros países afectados por esta problemática. Cuarón hizo referencia al próximo estreno de Emilia Pérez, una película dirigida por el cineasta francés Jacques Audiard, que aborda la temática del narcotráfico desde una perspectiva inusual. La película ha generado una gran expectativa, pero también preocupación, sobre todo por la manera en que podría retratar a los narcos y las dinámicas de poder en México. Audiard, aunque ha investigado extensamente sobre el tema, no filmó la película en México, sino en los suburbios de París, y utilizó un elenco predominantemente de actores y actrices de ascendencia mexicana pero nacidos en Estados Unidos, como Selena Gomez, quien no domina el español. Esto ha generado debate sobre la autenticidad de la representación cultural en la película.
La charla continuó con una reflexión sobre el impacto real del narcotráfico en la política, la economía y la sociedad en América Latina. Frédéric Saliba destacó cómo los carteles no solo han influido en el tráfico de drogas, sino que también han corrompido sistemas políticos y sociales enteros en países como México. Su investigación documenta cómo estos grupos han infiltrado todas las esferas de la vida, desde las instituciones gubernamentales hasta las fuerzas de seguridad, y cómo su poder se extiende más allá de las fronteras mexicanas, afectando a países de toda la región y mercancías tan variadas como el aguacate.
En el caso de Francia, donde el consumo de aguacates ha aumentado de manera significativa en los últimos años– siendo el país el mayor consumidor de aguacate en Europa–, una parte de estos proviene de redes ilegales vinculadas a los cárteles en México. Este aspecto, poco conocido según Saliba, resalta cómo los grupos criminales se infiltran en la economía legal a través de una industria que, en apariencia, parece inofensiva.
De acuerdo con la ONU, los carteles mexicanos generan más de 250 mil millones de dólares al año a nivel mundial. Sin embargo, la verdadera magnitud de esta cifra sigue siendo objeto de debate, ya que el dinero que manejan estos grupos suele moverse en efectivo o criptomonedas, lo que dificulta su cálculo preciso. Lo que es indudable, resalta Saliba, es que el narcotráfico y las actividades ilícitas como la extorsión, el secuestro, la trata de personas, el robo de petróleo y otros sectores, constituyen una parte importante de la economía mexicana. En términos económicos, el narcotráfico podría considerarse equivalente al sector petrolero, uno de los más importantes del país. Petróleos Mexicanos (Pemex) genera alrededor de 25 mil millones de dólares anuales, y se estima que el tráfico de drogas en Estados Unidos y México tiene un valor similar, lo que deja claro que el crimen organizado es uno de los principales motores de la economía nacional.
La relación entre los cárteles y la economía es, sin duda, profunda. Aunque la violencia que genera el narcotráfico es visible en muchos sectores de la sociedad mexicana, hay una faceta cultural que no puede pasarse por alto: la narcocultura. Esta tendencia, como indicamos anteriormente, glorifica a los narcotraficantes a través de la música, la televisión y otros medios culturales. Un ejemplo es la música de Peso Pluma, uno de los artistas más populares actualmente en México, cuyas letras retratan la vida de los narcotraficantes. Esto resalta un fenómeno en el que la figura del narcotraficante, lejos de ser condenada, se convierte en un símbolo de éxito y ascenso social, especialmente en un país donde cerca del 40% de la población vive en la pobreza y las oportunidades de movilidad social son limitadas. El narcotráfico ha brindado a muchos mexicanos un camino hacia la riqueza en una sociedad altamente materialista, influenciada por su vecino del norte, Estados Unidos. En México, el estatus social está estrechamente vinculado a la posesión de bienes materiales como automóviles o teléfonos inteligentes. Para algunos, el narcotráfico representa una vía rápida hacia la prosperidad en una sociedad que ofrece pocas alternativas de ascenso.
Además, para Saliba, hay una revancha cultural implícita en la narcocultura. Los narcotraficantes, que a menudo provienen de zonas rurales y empobrecidas, han llevado consigo símbolos de su origen campesino a las grandes ciudades. Las botas de vaquero, los sombreros y los adornos brillantes que lucen los narcotraficantes son ahora imitados por sectores de la clase media y alta mexicana, convirtiendo lo que antes se consideraba un signo de inferioridad social en un símbolo de estatus. Es importante mencionar que la narcocultura también refleja una inversión de los valores sociales en México, donde el poder y la riqueza asociados con el narcotráfico han comenzado a penetrar en la cultura dominante. Las conexiones entre los cárteles y el gobierno han sido un tema recurrente en la historia reciente del país. Durante décadas, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que dominó la política mexicana en el siglo XX, fue acusado de mantener vínculos con el narcotráfico. Hoy en día, bajo la administración de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), las críticas sobre la relación entre el gobierno y los carteles continúan, aunque de manera más velada. Con el próximo cambio de poder en México, con la llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia en octubre de 2024, queda por ver cómo evolucionarán estas relaciones y si se tomará alguna acción significativa para reducir el poder de los carteles, que siguen siendo una parte integral de la vida económica y social del país.