Jorge Luis Borges tenía razón en todo, salvo en política. Defendió a Videla, a Pinochet, mientras que Rodolfo Walsh, otro argentino genial, luchaba contra los gorilas dictadores, quienes lo asesinaron.
Digo que no tenía razón en política; sin embargo, es admirable lo que le dijo a César Hildebrandt en diciembre de 1978 cuando este le preguntó: “¿Sigue insistiendo en esa delicia de frase: la democracia es un espejismo de la estadística?”
-Es un abuso de la estadística. Eso es verdad, es evidente.
-¿Por qué es evidente?
-Porque si se tratara de un problema matemático nadie supondría que la mayoría de la gente puede resolverlo. En política, sin embargo, sí se supone que la mayoría tiene razón.
Borges fue un sabio con terno, maestro de la gran literatura. En 1996, Víctor Hurtado Oviedo escribió: “Quizá no siempre Borges enseñe a escribir, pero siempre enseña a leer. Él es el árbol de la sabiduría que nos alista para discernir lo bueno de lo malo en literatura. Después de conocer a Borges, ¡cuán pobres son ciertos libros de moda! Como la muerte, hace la vida imposible”.
Borges no escribió novelas. Es como un Quevedo de brevedad agradecible, de pocas palabras y conceptos complejos. El cervantino Vargas Llosa le preguntó en 1981. Ni para preguntar es breve Vargas Llosa. Le lanzó esto: “Dígame, Borges, hay una cosa que hace muchos años que quiero preguntarle. Yo escribo novelas, y siempre me he sentido dolido por una frase suya muy linda pero muy ofensiva para un novelista, una frase que es más o menos la siguiente: ‘Desvarío empobrecedor el de querer escribir novelas, el de querer explayar en quinientas páginas algo que se puede formular en una sola frase’”.
Borges contestó: “Sí, pero es un error, un error inventado por mí. La haraganería, ¿no?, o la incompetencia”.
-Pero usted ha sido un gran lector de novelas y un maravilloso traductor de novelas.
-No, no. Yo he leído muy pocas novelas.
-Sin embargo, las novelas aparecen en su obra, son mencionadas o incluso inventadas.
-Sí, pero yo he sido derrotado por Thackeray. En cambio, Dickens me gusta mucho.
Dato curioso. El gran Luis Loayza recuerda que Borges “escribió de niño, a los seis años, un resumen en inglés de la mitología clásica y luego, a los siete u ocho años, un relato más o menos fantástico, ‘La visera fatal’, en la que pretendía (como muchos adultos antes y después) imitar el estilo de Cervantes”.
Borges es un océano conservador, que crece con el tiempo, mientras su obra se extiende como como mantel en la mesa de la gran literatura. Es un autor clásico, como aquel libro que una nación, un grupo de naciones o el largo tiempo han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo, como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término.