A sus 12 años de edad, Gabriel García Márquez estuvo a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un sacerdote que pasaba lo salvó con un grito: ¡Cuidado! El ciclista cayó al piso y el señor cura le preguntó al jovencito: ¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?
Gabriel García Márquez lo entendió mejor en aquel tiempo, aunque él, desde niño, salía airoso cuando jugaba con las palabras.
Las palabras nos hacen humanos y en todas las culturas tienen un poder mágico. Ya lo hemos visto: Pueden salvar vidas. También pueden hacer algo por Héctor Becerril.
Los científicos que nos estudian no han llegado todavía a aclarar de manera fehaciente el origen del lenguaje. Es un misterio todavía cómo y cuándo empezaron a hablar nuestros antepasados.
La Sociedad Lingüística de París, tal como lo recuerda Moisés Wasserman, prohibió a sus miembros, en 1866, especular sobre los orígenes de algo que nunca podríamos entender.
Sin embargo, Charles Darwin plantea, en su libro "El origen del hombre", publicado en 1871, la hipótesis de que el lenguaje surgió como un canto, similar al de las aves, para atraer parejas.
El otro gran saltó en nuestra humanización fue el invento de la escritura. Escribir, es decir, es plasmar mediante gráficos de diversas formas las ideas que articulamos en la memoria. Escribir es preservar las palabras, las ideas, la historia de la humanidad.
El filósofo, escritor y ensayista francés Roland Barthes sostiene que la escritura ha significado una revolución en el lenguaje y en el psiquismo y, con ello, en la misma evolución humana, ya que es una "segunda memoria" para el ser humano.
Gracias a la escritura el ser humano avanza en la ciencia y la tecnología. La escritura es un arma para que los hombres y las mujeres se defiendan de las adversidades.