A MegaPlaza se le ha ocurrido la buenísima idea de entregar una bella edición de El Caballero Carmelo del genial Abraham Valdelomar con solo mostrar una boleta de compra mínima.
Es buenísima la idea no solo porque se trata de un exquisito cuento escrito por el dandi iqueño sino que la edición es amigablemente especial: está en tinta y braille, que es el sistema de escritura para ciegos que consiste en signos dibujados en relieve para poder leer con los dedos.
Valdelomar, el más grande escritor que haya nacido en esta tierra del infortunio, estaría contento al ver esta edición de buen tamaño, sólida, de letras grandes, colores primaverales y hasta con dibujitos.
Hubiera sido nuestro primer Nobel, pero se murió muy joven: apenas a los 31 años. En como si Maradona hubiera muerto a los 19 años. Sin embargo, dejó una gran obra como narrador, poeta, periodista, ensayista y otras artes.
Fue un curioso sin freno. Poco se sabe, por ejemplo, sobre su paso por la Universidad Nacional de Ingeniería. Ya algún día alguien contará sobre sus notas en esa universidad.
Fue un extraordinario adjetivador, de epítetos sorprendentes. Así describe al Carmelo: “Esbelto, magro, musculoso y austero, su afilada cabeza roja era la de un hidalgo altivo, caballeroso, justiciero y prudente. Agallas bermejas, delgada cresta de encendido color, ojos vivos y redondos, mirada fiera y perdonadora, acerado pico agudo. La cola hacía un arco de plumas tornasoles, su cuerpo de color carmelo avanzaba en el pecho audaz y duro. Las piernas fuertes que estacas musulmanas y agudas defendían, cubiertas de escamas, parecían las de un armado caballero medioeval”.
Fue también un brillante cronista parlamentario. Leo su denigración del canguro y pienso que algo así hubiese escrito sobre, por ejemplo, de Héctor Becerril: “El canguro es feo, necio, torpe, descarado, glotón, hipócrita, cobarde, presumido, avieso, desleal, interesado, mal amigo, y más ruin que escupitajo de soldado borracho cacerista. Acorralado por su adversario, se defiende con malas artes. Da patadas como cualquier zambo malambino. Por el desarrollo de sus pies, bien podría este bellaco ser literato. Además, es ventral y mercenario, cotizable y solapado, moralmente bajo y físicamente grotesco; es desaseado, huele mal y es analfabeto”.