La celebración de los cien años del distrito de La Victoria juntó a los vecinos que exigen cambios, a los comerciantes que buscan prosperidad y desarrollo y al presidente de la República Martín Vizcarra, quien fue el invitado más importante del alcalde George Forsyth, quien hace todo lo posible por cambiar su distrito.
La Victoria tiene historia. Cien años no pasan por gusto. En febrero de 1920 el presidente de la república de aquel entonces, Augusto B. Leguía, firmó, con discreción y sin mucho aspaviento, un lacónico decreto supremo mediante el cual creaba el distrito de La Victoria, sin saber acaso, que esos ocho kilómetros cuadrados de área geográfica se convertirían, a la postre, en cuna de poetas, cantantes, deportistas y genios.
Víctor Humareda, líder indiscutible del expresionismo peruano cuya fama alcanza los cinco continentes vivió cerca de cuarenta años, en la habitación 283 del histórico Hotel Lima, ubicado en el corazón de La Parada donde pergeñó sus mejores cuadros. “Los Cóndores”, “Viejos zapatos” y “El Burdel” dan fe de sus magistrales e impactantes trazos.
La Rica Vicky albergó también al gran decimista Nicomedes Santa Cruz. En las quintas de la vieja Victoria sus versos satíricos, melancólicos, rebeldes y chispeantes se escuchaban con reverencia. “A cocachos aprendí” era el más festejado.
Papá Chacalón, nacido en el Cerro San Cosme, fue otro de los personajes que marcaron con fuego a los altoandinos y emergentes de los setenta. Con su grupo La Nueva Crema desbarató los rígidos cánones musicales de aquel entonces. “Este amargo amor”, “A los bosques me interno yo” y “Como un ave” fueron canciones que causaron furor en cerros y callejones.
Si Nicomedes Santa Cruz representaba a los afrodescendientes y Chacalón a los mestizos; Amanda Portales Sotelo, “La Novia del Perú”, nacida en el Cerro El Pino, era la conmovedora intérprete del alma andina. Sus sentidos huaynos: “Dile” y “Vaso de Cristal” eran cantadas hasta altas horas de la madrugada.
Similar acogida tuvieron los boleros. “Donde estás Yolanda”, “Resignación” y “Cabellos Blancos” batieron todos los record de sintonía. Ramón Avilés, el artista victoriano a quien llaman, por su prodigioso timbre de voz, “El Bolerista de América” deslumbró con su arte a los melómanos más exigentes del mundo.
La salsa adquirió su mayoría de edad con la orquesta cien por ciento victoriana “Camaguey”. Fue su buque insignia y Daniela Dancourt, nacida en El Porvenir, su más alta exponente. Sus irreverentes temas: “Ese estúpido”, “Me cansé de ser la otra” y “Dicen que soy yo” le granjearon definitivamente la fama.
Pero, La Victoria no solo parió intelectuales y estrellas del canto; sino también celebridades del deporte. Alejandro “Manguera” Villanueva la leyenda del fútbol peruano movió la redonda en estos lares. Asimismo, el Cholo Sotil y el Príncipe La Fuente, notables futbolistas de la década del 70 hacían malabares en la canchita del Parque Andalucía. En sus pies quedaba, para sus rivales, el infierno. Y la gloria quedaba en las manos de la ágil mundialista Sara Joya. Con sus impresionantes mates nos robaba, a cada rato, el aliento. Al igual que ellos brillaron en el firmamento deportivo, Angel, Umberto y Giovanni Cordano, los ases de las bochas en la década del sesenta.
En esta Victoria de las agencias de transporte, de los mercados de papas y de frutas, de las humitas, los tamales, el pan con chicharrón, la mazamorra morada y el arroz con leche, los picarones y el choclo con huevo no podían faltar los emprendedores. Nemesio Guizado, dueño del imperio Guizado, fue uno de los forjadores de Gamarra. Algunos le llaman “El Midas victoriano”, todo lo que toca se convierte en oro. Al igual que él cientos de provincianos exitosos forjaron con su talento y sudor la personalidad de este distrito multirracial y plurilingüe.
Y como en toda historia que se respeta no podía faltar un héroe. Alejandro Sánchez Arteaga de apenas 14 años ofrendó su vida el 10 de marzo de 1951 por salvar a dos niños de un incendio ocurrido en un viejo corralón victoriano. El Niño Héroe”, que vivió su infancia en El Porvenir, es homenajeado el 17 de julio de todos los años por la alta dirección de la Policía Nacional del Perú en el frontis del emblemático colegio victoriano “Pedro A. Labarthe”.
Pero este recorrido sucinto por el camino del recuerdo sería incompleto si no mencionamos al autor de “La Palabra del Mudo”, Julio Ramón Ribeyro. Sin este extraordinario escritor La Victoria sería solo un vago recuerdo. Para entender a Francia, México y Rusia es necesario leer a Balzac, Juan Rulfo y Máximo Gorki, respectivamente y para entender a Lima en general y La Victoria, en particular, hay que leer a Ribeyro el fundador de la corriente cosmopolita y urbanista. Con el personaje “Ludo”, recorremos La Victoria sórdida y llena de bares. Pero esa victoria, generalmente nocturna y marginal no es la que hoy asusta.
Asustan, más que los “cogoteros”, los “escaperos” y los “lanzas” de barrio; los alcaldes ladrones y los cobradores de cupos. Elías Cuba, el exalcalde de La Victoria sindicado como líder de la organización criminal “Los Intocable Ediles” lamentablemente es parte de esta historia de cien años de fundación. Su encarcelamiento debe convencer a tirios y troyanos que el crimen no paga. Y la indiferencia tampoco. Barrio que se respeta, barrio que se rebela.
Pero al margen de esta vergonzosa mácula La Victoria nunca dejará de sorprendernos. La Victoria es Gamarra, el Complejo Industrial y Comercial más grande de Latinoamérica, cuyas prendas con diseño exclusivo se venden a precios de ganga; es La Parada donde confluyen todas las sangres; es la “Cachina” (antes Tacora Motors) donde encuentras desde un alfiler hasta un avión; es el jirón Huamanga conocido como “La Calle de Las Tortas” donde sus manjares alcanzan un nivel de exportación. Es también, “Mi Barrunto”, donde la Leche de Tigre es un afrodisiaco más bravo que la pusanga loretana; es “Puro Tumbes” con su incomparable “Nando”, cebiche de mil pescados para chuparse los dedos y “El Gato” donde se vende la parihuela más barata del planeta.
Es el Politécnico José Pardo de la avenida Grau, conocida desde sus albores en 1868 como la Primera Escuela de Artes y Oficios del Perú; es la Huaca Santa Catalina, patrimonio cultural reconocida por la Unesco; es la iglesia “Nuestra Señora de La Victoria” templo de estilo neocolonial construido en 1908 antes que se fundara el distrito; es la Casona Calvetti (esquina de Iquitos con Canta) que ostenta el Balcón Republicano más largo del Perú y de Latinoamérica y el tren eléctrico que nos ha permitido ver al barrio blanquiazul desde las alturas.
De igual modo, es la Plaza Manco Cápac y su inca que nos señala con su dedo el derrotero del triunfo, son los edificios multifamiliares El Porvenir y Matute, los cerros San Cosme y El Pino donde se creó el certamen de belleza e inteligencia “Miss Cerro El Pino”; es el Parque Unión Panamericana, es el Club de Alianza Lima y su estadio monumental de Matute donde se forjaron cientos de estrellas del balompié y es el Mundialito con su historia de triunfos repetidos.
De igual modo, es el Club Social Casino La Victoria donde jugo billar el legendario Martin Luther King; el Instituto de Artes Gráficas y el Instituto de Energía Nuclear donde la ignorancia agacha la cabeza. Asimismo, es Santa Catalina, erguida y próspera, el hospital “Obrero” –hoy llamado Guillermo Almenara—que abrió sus puertas en 1941 y los colegios emblemáticos, Pedro A. Labarthe, Isabel La Católica, La Sagrada Familia, Víctor Andrés Belaúnde, Dominga Pérez Liendo y República de Panamá, semillero de talentos.
En fin, este distrito, a pesar de los avatares propios de una ciudad sobresaltada por la informalidad y la delincuencia nació para vencedor. Su estrella viene de atrás cuando adquirió su nombre en homenaje a una dama de alcurnia: doña Victoria Tristán –quien fuera propietaria de estas ubérrimas tierras– esposa del ex presidente de la república, Rufino Echenique e hija del último virrey Juan Pío Tristán y Moscoso.
El actual alcalde de La Victoria; George Forsyth (2019-2022) quién priorizó en este primer año de gestión, la lucha sin tregua, con apoyo del gobierno central, contra las mafias y el crimen organizado que habían lotizado la vía pública y convertido este distrito en un muladar tiene el deber de no perder la brújula. Una manera efectiva de hacerlo es alejar a los adulones, actuar con justicia y no dejar de escuchar la voz del barrio. ¡Vox populi, vox Dei! (la voz del pueblo es la voz de Dios).