Este artículo es de hace 5 años

Alan nunca enfrentó un juicio en su contra

Encontró siempre a forma de evadir la acción de la justicia.

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En los 90 fugó del país a Bogotá y París y no regresó hasta después de 8 años en que prescribieron las investigaciones por los delitos que se le imputaban de enriquecimiento ilícito, cohecho, colusión ilegal y otros y otros, cometidos en su primer gobierno; fugó pese a proclamar todo el tiempo la conocida frase de: “El que no la debe, no la teme”.

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También encontró la forma de evitar que lo procesen por graves violaciones de los Derechos Humanos, como las masacres de Cayara, el Frontón y Bagua, o los crímenes del Comando Rodrigo Franco. Muy importante en sus estrategias han sido los códigos de silencio partidario, como el de Mantilla que murió sin confesar quien era el dueño de los $6 millones encontrados en sus cuentas personales.

También los tentáculos en el Ministerio Público y el Poder Judicial, como el del ex Fiscal de la Nación José Peláez bardales que archivó todas la investigaciones en su contra, o los jueces constitucionales que frustraron el trabajo de la Mega Comisión del Congreso, pese a haberle detectado el indulto fraudulento a más de 400 narcotraficantes.

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Se suicidió frente a las investigaciones en su contra

Por eso llegó a creer que jamás lo alcanzarían la espada y la balanza de la justicia. En los últimos meses hizo popularizó la soberbia frase de: “Pruébenlo pues imbéciles”. Sin embargo, al ver que el cerco de las investigaciones y el abundante bagaje probatorio obtenido por los pacientes y minuciosos fiscales del Equipo Especial Lava Jato lo estrechaban cada vez más, a él como a sus otros coinvestigados (Luis Nava y Miguel Atala), al extremo de pedir su detención preliminar,  no soportó la idea de verse con los grilletes en las manos y optó por suicidarse, a diferencia de otras personalidades políticas que hace pocos meses pusieron las manos voluntariamente para cumplir con el mandato judicial de detención.

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Penoso final para él y sus familiares, que deja a sus partidarios sin la satisfacción moral de ver a su jefe enfrentando la cárcel y los tribunales, como hacen los hombres que pasan a la historia con titánica bizarría. No hay que olvidar que la madera de los verdaderos líderes se ve en esos momentos difíciles; ahí está actualmente Lula Da Silva, en su momento lo estuvo José Mujica que pasó 15 años de su vida en prisión, Dilma Rousseff, que padeció prisión, torturas y vejámenes, Nelson Mandela en Sudáfrica por más de 25 años, y en el Perú el mismo Víctor Haya de la Torre, que sufrió prisiones y destierros. Lamentablemente García no soportó el cambio que le imponía la justicia de las confortables casas de París y Miraflores, por el alojamiento que le designaría el INPE.

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El análisis y las expresiones vertidas son propias de su autor/a y no necesariamente reflejan el punto de vista de EL PERFIL
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Antonio Castillo Colaborador de EL PERFIL
Abogado y analista político. Exintegrante de la Procuraduría Anticorrupción del Perú y exasesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, entre otros cargos públicos.
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