La llegada preliminar de 300 mil vacunas Sinopharm para 150 mil aplicaciones es, sin lugar a duda, un rayo de luz y esperanza al final del tenebroso túnel de la pandemia.
Sin embargo, no hay que dejar de pisar tierra y advertir que, tal vez, tengamos que esperar hasta mediados del próximo año a que lleguen las dosis necesarias para vacunar al 80% de la población, es decir, más de 25 millones de peruanos.
Mientras tanto, hay que empezar por reconocer que el sistema nacional de salud ya ha colapsado, por eso es que no hay camas UCI, ventiladores mecánicos ni oxígeno.
Como lo advertimos hace algunas semanas la segunda ola ha resultado un tsunami, y así lo reconoce ahora la ministra Mazzetti, a la vez que ha enviado un dramático S.O.S. a los empresarios para que "pongan el hombro" en la producción de oxígeno medicinal, cuya demanda se esperaba que sea no mayor al 200%, pero ya va en 300%, y aún la actual ola no ha alcanzado su pico más alto.
El mismo día en que llegaron las 300 mil vacunas, el presidente Sagasti solicitó a las empresas mineras, industriales y de hidrocarburos que destinen los recursos que implementan en su producción para salvar vidas; a lo que el representante de la Southern Couper ha respondido que, "lamentablemente, no es posible producir más oxígeno"; con lo cual se ha condenado a morir asfixiados a miles de peruanos en los próximos días, sobre todo de los más pobres, que con desesperación e impotencia pasarán a incrementar las apocalípticas cifras de aproximadamente 100 mil fallecidos que registra el Sinadef.
En ese dantesco escenario no deja de ser digno de ponerse en balanza la propuesta que hizo hace algunos días el doctor Ciro Maguiña, vicedecano del Colegio Médico del Perú, de declarar el estado de desastre sanitario. Lo cual implica convocar de inmediato la ayuda internacional, con hidalguía patriótica y soberana, pero sin prejuicio ideológico alguno; aunque eso signifique reconocer el fracaso de las medidas adoptadas durante el año que lleva la pandemia.
La vida de miles de hermanos nuestros está de por medio en cada instante, aquí no hay lugar para falsos orgullos ni vanidades; que venga la ayuda de Chile, Bolivia, Cuba, Rusia o los Estados Unidos. No perdamos de vista que, por su parte, el soberbio e insoportable Jair Bolsonaro ya está recibiendo en el Estado de Manaos miles de bombonas de oxígeno donadas por la República de Venezuela.
La solidaridad y lucha por la vida no conocen de fronteras, colores ni ideologías. Considérelo en frío, e imparcialmente, señor presidente.