Aladino, Cueva, el Enano grande, es bailarín de cumbia, cantante de chicha, fallador de penales, gran cuidador de balones, gran habilitador de pelotas, perseguidor de tonos, jugador de la noche. Es también animoso en las redes, contador de chistes, chacotero, devorador de cervezas, borracho, amigo de los más fiesteros, barrio bravo, cabeceador. Puso el segundo de cabeza en la goleada de 3 a 0 a Bolivia. Es gran habilitador de balones. Le dio el pase gol a Flores para el triunfo histórico aquella tarde en Barranquilla.
Ahora Cueva está en su mejor momento. Entrena incluso en sus días libres. En estos tiempos no hace otra cosa que pensar en el partido de Uruguay en Montevideo y mucho de su cambio de actitud se la debemos a su entrenador personal José Neyra, un flaquito, pura fibra, quien lo ayuda para optar por comportamientos adecuados a fin de lograr grandes cosas. Cueva es otro. Tal vez es el mejor Cueva que hayamos visto.
Que no nos falte ese Cueva que sale en las fotos pidiendo silencio, que no nos falte ese Cueva que lo deja todo, que no nos falte ese Cueva abrazado de Gareca. Digo que no nos falte ese Cueva, porque Cueva es como el Perú, y como el Perú puede caer. A veces, los peruanos estamos enchufados y evitamos que mafias tomen el poder; otras veces, caemos, nos dormimos tanto que Palacio de Gobierno se convierte en un botín. Permitimos que impresentables conviertan al Congreso en su chacra.
José Neyra debe saber que Cueva es como el Perú y no debe dejarlo caer en las tentaciones. Debe enseñarle que tal vez estos tiempos sean su última oportunidad para dejar huella buena en el fútbol peruano. Lo triste de los atletas que persiguen un balón en una cancha grande es que su carrera dura apenas hasta cuando se acercan a los 35 años. Después, adiós. Cueva tiene poco tiempo para demostrar que es el mejor trujillano que haya vestido la camiseta nacional, para demostrar que puede seguir recordándonos al legendario César Cueto.
La alegría de Cueva es clave, su estado de ánimo es importante. Cuando él está alegre todo sale bien, todo saldrá bien y hasta nos hará reír en las redes sociales como cuando le cantó al colombiano de que le dará un chocolate con su panetón.
Nadie se hace solo y a Cueva lo ayudaron pues fue un niño sin mayores oportunidades. Él supo aprovechar las ayudas, algunas veces también las dejó pasar porque siempre el ser humano, en algún momento, se vuelve estúpido. La cuestión está en rectificarse y Cueva está en el momento de la reivindicación. Aquí hay que mencionar el mérito de Gareca, quien se ha convertido en su padre del oficio. La era de Gareca es también la era de Cueva. Si Cueva cae, también lo hará Gareca. Aquí está el misterio de estos dos que saben que los equipos y el fútbol tienen sus etapas, tienen sus símbolos.
Sí podemos ir a Qatar. Si Cueva está con las baterías, listo para la guerra, el equipo funcionará bien, porque Cueva es el motor del cuadro, el que pone la chispa y Gareca lo sabe. Sabe que su engreído es valioso tanto que le perdona todo, tanto que confía en él sobre todas las cosas. Hay entre los dos una magia especial: la magia que debe concretarse en goles siempre.