En el 2011, a estas alturas del partido, Ollanta Humala había dejado de lado la mayoría de sus promesas electorales y trabajaba ya de la mano con el ministro de Economía Luis Miguel Castilla.
Sin importar tanto el premier, Castilla era el ministro perfecto para que los fujimoristas más cavernarios se calmaran. Era el hombre de continuismo.
El presidente Castillo no puso a Castilla, ni a alguien parecido a él. Después de nombrar a Bellido, buscó poner paños fríos y llegó a un acuerdo con Pedro Francke.
Francke se juega partidazo por el Perú desde antes de la segunda vuelta y ahora apuesta por una economía para la gente sin perjudicar la estabilidad.
Francke no solo es economista. Es un político interesado en el bienestar del país. No se parece a Miguel Castilla ni se parece a María Antonieta Alva, “dinosauria” de ideas que quieren dar consejos ahora.
“Las posiciones de liderazgo en el Estado son para ponerse al servicio del bien común, no para pagar favores ni repartir cuotas de poder”, escribió en sus redes sociales.
María Antonieta Alva entregó, mediante Reactiva Perú, 60 mil millones de soles y más a empresas que despedían a sus trabajadores en plena pandemia, cuando miles de peruanos de a pie lloraban para que una clínica maldita le diera una cama a fin de que su enfermo se internara porque los hospitales estaban colapsados.
Por esto, a María Antonieta Alva, la llamaron Miss Confiep, y fueron amables con ella. María Antonieta Alva jugó solo para la tribuna de la Confiep. No le interesa el país. Su trabajo es buscar un cargo.