El español Francisco Umbral, quien ya había publicado 30 libros a sus 40 años, solía decir que escribía en las mañanas para los periódicos y en las tardes para los libros. César Hildebrandt –gran trabajador de la palabra, como Umbral– escribe en las mañanas para los periódicos, y en las tardes y en las noches también... para los periódicos. Este matiz, que diferencia la labor titánica de estos dos maestros, ha impedido que César Hildebrandt presente esta noche su –por lo menos– libro número 50.
Sin embargo, César Hildebrandt ha publicado la novela MEMORIA DEL ABISMO; tres ediciones de ese clásico de entrevistas que es CAMBIO DE PALABRAS; una edición de su libro EN SUS TRECE; y hoy nos reúne, gracias al sello Debate, la hermosa segunda edición de su libro UNA PIEDRA EN EL ZAPATO, casa que cobija sus columnas de opinión publicadas del 2011 al 2016 –cuando Alan García hizo de las suyas, que eran las nuestras–.
La información se bota, pero la literatura se guarda. Así la obra de César Hildebrandt se va guardando en libros. Entiendo que vienen más libros suyos, y eso está muy bien. Creo que deben editarse ya sus obras completas con lo trabajado hasta ahora, sin perjuicio, obviamente, de que se reúnan también los textos que César Hildebrandt escribirá en el futuro.
Nuestro autor es famoso y celebrado como periodista, pero, en realidad, es un escritor que trabaja con historias reales. César Hildebrandt es un escritor que describe, interpreta y juzga un hecho noticioso. Empezó muy joven publicando columnas en Expreso, cuando a este diario no le sobraba su primera sílaba. Después, con 24 años, llevó, a las cumbres del periodismo, la entrevista pregunta-repuesta y repregunta en la revista Caretas de Enrique Zileri y César Lévano, tiempos de 45.000 ejemplares semanales y de cierres suicidas que duraban 36 horas. Ahora, según él mismo afirma, César Hildebrandt escribe, desde el malestar y la ira, columnas de opinión que en realidad son ensayos plenos de figuras literarias. Es tan buen escritor que puede hacer literatura hasta de Héctor Becerril.
César Hildebrandt es un bravo entrevistador y un columnista todo-terreno, pero también es un infatigable investigador. Ya sé que debe investigarse para ejercer todos los géneros del periodismo, pero hay un matiz cuando se habla de periodismo propiamente de investigación. Quien lo ejerce revela un hecho deliberadamente oculto por cualquier tipo de poder.
Esa clase de periodismo la practica César Hildebrandt desde muy joven, y por hacerla bien ha puesto en peligro su vida en varias ocasiones. Por ejemplo, la arriesgó cuando, mediante el combativo diario Liberación, reveló las cuentas de Vladimiro Montesinos en el Banco Wiese, mientras otros se hacían los suecos y jugaban a acomodarse como cómplices de la dictadura. La valentía de Hildebrandt es admirable, proverbial. Le preguntaron alguna vez a qué le temía, e irónicamente contestó que a su esposa, Rebeca Diz, y, en tono más serio, a no decir lo que piensa.
Busqué entre los periodistas de ahora a alguno que mostrase un estilo similar al de César Hildebrandt, alguno que piense y sienta como él, y francamente no existe. Entonces retrocedí en el tiempo y llegué hasta las épocas en las que brillaba el anarquismo en el Perú. Muchas veces, cuando leo a César Hildebrandt, pienso que estoy leyendo a Manuel González Prada, a quien, como gesto de respeto, César Vallejo dedicó su poema Los dados eternos.
César Hildebrandt es el González Prada del siglo XXI. Sus estilos son parecidos. Son luchadores sin freno, se enfrentan firmemente contra el poder, no se acomodan a las circunstancias, no mienten, no callan, y hacen literatura de la realidad. Como don Manuel, don César practica con maestría el ensayo, el artículo: la columna, ese texto vibrante en el que confluyen la noticia y su interpretación, y mucho tacto literario. "Literatura de ideas" dijo José Ortega y Gasset. "A más figuras, más literatura; a mejores figuras, mejor literatura", dice Víctor Hurtado Oviedo.
José Carlos Mariátegui afirmó de González Prada que su cultura coincidía con su temperamento; que sus sentencias eran de inspiración y factura literarias; que su prosa elegante y bruñida encerraba certeros conceptos sociológicos o históricos. En cada uno de estos juicios, parece que Mariátegui aludiese también a César Hildebrandt.
A Manuel González Prada, nuestro sistema político –corrompido y corruptor– también lo hubiera sacado quince veces de la televisión, pero nunca habría logrado que callase. Así tampoco ha acallado a César Hildebrandt, la voz más consecuente del periodismo peruano: voz valiente hasta la temeridad, como ha dicho Mario Vargas Llosa. Además, como César Lévano, César Hildebrandt tiene una sociedad indestructible con los débiles.
Todo lo dicho se puede constatar leyendo su gran libro UNA PIEDRA EN EL ZAPATO, recomendable, sobre todo, para los que disfrutan de la confluencia de la verdad y la belleza.